¡Hola,
aventureros! ¿Quieren saber qué pasó cuando llegué tarde?
Les cuento que hace un par de
semanas me cogió el día, e iba tarde para el trabajo. Tenía que llevar al pollo
mayor a la escuela, y lógicamente tenía prisa.
Al llegar a la escuela, no encontré
estacionamiento donde siempre, así que tuve que buscar otra opción, que fue
hasta mejor. Cuando caminaba con el pollo hasta la entrada, bajó mi estrés, y
ya no pensé en otra cosa que no fuera en abrazarlo. Así que le dí su beso y un
abrazo de oso. Ya no había prisa ni ansiedad de camino al trabajo; me sentía
aliviada.
Me quedé pensando sobre esto, y así
surgió esta entrada. Recordé la canción de Juanes, “Un día normal”, que siempre
me ha encantado desde que la escuché, porque dice una gran verdad. Esta habla
sobre apreciar las cosas y las personas, pues nunca lo hacemos hasta que las
perdemos.
Es necesario que saquemos un ratito
cada día para agradecer lo que tenemos, y para compartir con nuestra familia,
porque tanto ellos como nosotros podemos dejar de existir en cualquier momento.
Los niños no sólo necesitan que les suplamos
sus necesidades básicas y tener cosas materiales; lo que más necesitan es
tiempo y amor. No importa lo que estemos haciendo, y sé que casi siempre nos buscan
cuando estamos más ocupados, tenemos que atenderlos. Lo que para nosotros puede
ser una tontería, para ellos es el mundo.
Hay que hacer pausas en nuestra
vida, para poder seguir adelante. Como dice un refrán: “hay que detenerse y
oler las rosas.” Tenemos que obligarnos a salir de la rutina y el ajoro, pues
vivimos en piloto automático.
Ese día llegué tarde, pero llegué
contenta. Como alguien me ha dicho: “aunque llegues tarde, lo importante es que
llegues.”
Comparto con ustedes un video de la
canción. Espero que les guste, y me cuenten sus anécdotas de tardanzas y
pausas.
Hasta la vista, baby!